Crónicas del hombre moderno:
- Rogelio Lara

- 22 mar
- 6 Min. de lectura
Actualizado: 5 oct
Memorias de la secundaria del camino a la presa.
-Terapeuta
¿Hay algo que me ayude a entenderte mejor?
-H.M.
Es otro recuerdo. Estuve pensando en aquel que allá por los dos mil, estudiaba en la secundaria del camino a la presa, bailaba break dance, era popular, iba de novia en novia, todos lo conocían por un apodo u otro. Ese chico alto, fuerte y con una sonrisa carismática que dejaba huella, que soñaba con profesionalizarse y vivir del break dance. Su mayor ocupación, se centraba en ser él mismo. Su cuello y sus muñecas hacían de escaparate para gran variedad de ideologías y de géneros musicales, (que iban desde pulseritas de reggae hasta collares con el símbolo de anarquía) caminaba espigado, sus cabellos lacios abrillantados por el gel y peinados hacia los costados constituían una innovación del clásico “corte de librito”.
Se sabía que en su casa reinaban él y sus hermanos, los padres fueron cada vez más permisivos hasta que, primero la madre y luego el padre, abandonaron el barco. Dejándolo a la deriva, que entre él destino y los adolescentes se las arreglarán para timonearlo.
Durante buen tiempo no supe mucho y por alguien me enteré de que las fiestas se tornaron en tragedia, amigos y hermanos quedaron tocados. Las mentes soñadoras aprisionadas en el día a día de vagabundos. Supimos que aquel muchacho era el único que aún resistía y buscaba subsistir reparando aparatos. Hubo quienes acercamos trabajo, comida y la mayor afinidad que pudimos, pero no fue suficiente, el dolor era insoportable. “Hijo ya no te puedo brindar un taco”, fueron las palabras, el egoísmo fue el motivo, e irremediablemente, la locura se asentó como nueva realidad.
Pasaron varios años y hace poco, en uno de esos días caóticos en que la ruta trazada era una línea y terminó siendo un garabato por el que tienes que atravesar, las escandalosas risas de alguien, me hicieron alzar la mirada, de pronto, tenía frente a mí a aquel muchacho, ahora convertido en un hombre, quien estaba sentado en la banqueta de una tiendita. De una botella sujetada del elástico del cuello de su camisa inhalaba solvente y con ambas manos sujetaba un periódico abierto de par en par, que leía y mientras lo hacía, reía y repetía la misma frase una y otra vez: “El Noroña es bien cabrón”, “El Noroña es bien cabrón”. Ni notó mi presencia, caminé lentamente a su costado y alcancé a leer el encabezado del periódico: “El diputado Fernández Noroña propone reducir el sueldo de los funcionarios de altos niveles del gobierno y destinarlo a los más necesitados”. Ese mismo político que luego utilizaría su poder para exhibir y perseguir a quien le robó una pequeña porción de carne.
El consultorio quedó en silencio, hasta que...
-Terapeuta
Iniciaste mencionando que últimamente te desconoces y este recuerdo se compone de pasajes importantes de compasión, de ayuda, pero en sí mismo, es antagónico. Nos remonta a momentos de tu vida en que apoyaste y acompañaste, ¿qué es lo que desconoces de ti?
-H.M
Precisamente eso, me desprendí de esa manera de vivir. Y el encuentro con mi amigo de la adolescencia me lo confirma, nunca tuvo sentido ayudar y fui inteligente al centrarme en ser exitoso y lo logré. Aun así, no estoy tranquilo, irrumpen en mí estos recuerdos y no me dejan dormir, los que eran placeres, ya no me saben a nada. Y es contradictorio que yo esté aquí, por qué en este mundo, uno no se pregunta si está bien, si es bueno, o no, por qué no sirve de nada, lo importante es hacer patrimonio, hacer dinero, ser reconocido.
-Terapeuta
Por supuesto, apenas entraste al consultorio y me dijiste que sólo venías para confirmarte a ti mismo, que no necesitas esto. Curiosamente, ha pasado un mes y sigues aquí. Ahora evocas aspectos de ti, de los que antes prescindiste. Pero el panorama ha cambiado y hoy día parecen ser lo más útil que tenemos ante el profundo malestar que estás experimentando.
-H.M
Con todo respeto, pero ahora no me vaya a decir que necesito encontrar a mi niño interior o que vaya a sesiones de ayahuasca. En todos estos años no he necesitado de estas cosas.
-Terapeuta
Te noto molesto.
-H.M
Si claro, me enoja y me confunde, no encontrarle sentido a esto. Y eso me enfada aún más.
-Terapeuta
Me queda claro, ¿pero hace cuanto no te expresabas con esa vigorosidad acerca de tus emociones?
-H.M
Desde hace mucho tiempo...
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Está breve narrativa ficticia situada en una sesión de análisis personal, constituye un ejemplo de una de las cinco etapas del desarrollo de la conciencia postuladas por Carl Jung en su libro: El hombre moderno en busca de su alma (1933). Específicamente, hablamos de la cuarta etapa de la conciencia, que Murray Stein (1998), describe de esta forma:
La cuarta etapa representa la extinción radical de las proyecciones, inclusive en forma de abstracciones teológicas e ideológicas. Esta extinción conduce a la creación de un “centro vacío” que Jung identifica con la modernidad. Es el “hombre moderno en busca de su alma”. El sentido de alma —de gran significado y propósito en la vida, de inmortalidad, de un origen divino, un “Dios interior”— es sustituido por valores utilitarios y pragmáticos. ¿Funciona? Esa es la pregunta fundamental. Los humanos llegan a verse a sí mismos como piezas de una gigantesca maquinaria socioeconómica y sus expectativas y deseos de encontrar sentido y significado se reducen a migajas. Uno se conforma con momentos de placer y con la satisfacción de deseos manejables. ¡O uno se deprime! Los dioses ya no habitan los cielos y los demonios se han convertido en síntomas psicológicos y desequilibrios de la química cerebral. (Pag. 238).
El yo se convierte en el único arbitro de lo correcto y lo incorrecto, lo verdadero y lo falso, lo bello y lo feo. No existe autoridad fuera del yo que pueda superarle. El sentido ha de ser creado por el yo; no es posible encontrarlo en otra parte. Dios ya no se encuentra “allá arriba”. “¡Soy yo!”. Si bien el individuo moderno parece ser razonable y tener los pies sobre la tierra, en realidad esta loco. Pero esta oculto, es una suerte de secreto bien guardado, inclusive ante uno mismo. (Pag. 239).
Jung consideraba que esta cuarta etapa era extremadamente peligrosa por la muy obvia razón de que un yo inflado es incapaz de adaptarse muy bien al ambiente y también esta sujeto a cometer catastróficos errores de juicio. Si bien se trata de un avance de la conciencia en un sentido individual, e incluso cultural, es peligroso debido a una potencial megalomanía. ¡Cualquier cosa es posible! Si yo quiero hacerlo y considero que puedo salirme con la mía, pues debe estar bien. (Pag. 239).
Es de gran relevancia que en esta cuarta etapa de la conciencia se integren las características reflexivas y autocriticas del yo, pero sin caer en la inflación, lo cual constituye el principal desafio durante esta fase de la conciencia y quien se dipsonga a conseguirlo, primero, tendrá que trabajar arduamente en el ámbito personal. Lo cual es interesante, ya que el hombre moderno, se auto percibe como alguien pleno y en la cúspide de sus facultades, esta sensación puede ser engañosa, pues como vemos, aún le queda el camino más importante por recorrer, pues tendrá que ir más allá de su conformación egoica, que tantos años y esfuerzo le han costado.
La historia de H.M., que relata sus memorias de la secundaria y su encuentro con un amigo de la adolescencia, es un espejo en el que muchos podemos vernos reflejados. Su relato no solo habla de un pasado lleno de sueños y desengaños, sino también de un presente marcado por la confusión, el vacío y la búsqueda de sentido. A través de su experiencia, podemos entender por qué la psicoterapia no es solo una herramienta útil, sino necesaria en un mundo cada vez más complejo y deshumanizado.
Algunos beneficios de la psicoterapia enlazados con la historia de H.M:
La psicoterapia como espacio para confrontar el pasado.
La psicoterapia como herramienta para enfrentar el vacío existencial.
La psicoterapia como puente para la autenticidad.
La psicoterapia como antídoto contra la locura moderna.
La psicoterapia como acto de valentía.
La historia de H.M. nos muestra que, en un mundo donde el éxito material y la apariencia de normalidad son prioritarios, la psicoterapia es un refugio para el alma. Es un espacio donde podemos:
- Entender nuestro pasado.
- Enfrentar nuestro presente.
- Construir un futuro más auténtico y significativo.
Este trabajo personal suele comenzar cuando, como H.M., nos hacemos una pregunta incomoda: ¿Por qué lo que antes me hacía sentir pleno, ahora ya no? La respuesta no está en el análisis racional, sino en escuchar lo que el inconsciente ya anticipa, en sueños, en lapsus, en esas memorias que irrumpen sin invitación.
Bibliografía.
Jung, C.G. (1933). Modern man in search of a soul. New York: A Harvest Book. Harcourt, Brace & World Inc.
Stein, M. (1998). Jung's Map of the Soul: An Introduction. Chicago: Open Court Publishing Company.
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Esta obra es de ficción. Aunque pueda parecer que refleja hechos o personas reales, no está basada en eventos reales. Cualquier semejanza con situaciones o individuos existentes es mera coincidencia.
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